El tráfico de comida chatarra en escuelas de México: Un problema de salud pública
Impacto de la comida chatarra en la salud infantil escolar mexicana
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Publicado el
17-06-2025

A pesar de las recientes restricciones impuestas por el gobierno mexicano para erradicar la venta de comida chatarra en las escuelas, la realidad en muchos planteles revela un fenómeno preocupante: la persistencia del tráfico informal de estos productos que comprometen la salud de millones de estudiantes.
¿Qué es el tráfico de comida chatarra en las escuelas?
Aunque pueda sonar exagerado, el término -tráfico- es cada vez más usado por padres y docentes para describir cómo la comida ultraprocesada sigue entrando a los centros educativos, incluso después de su prohibición formal. En muchos casos, se trata de vendedores ambulantes que se colocan justo afuera de los planteles, o bien alumnos que compran productos afuera y los introducen a escondidas para revenderlos dentro.
Antecedentes de la prohibición
Desde el 29 de marzo de 2025, entró en vigor la estrategia Vida saludable en las escuela, la cual prohíbe la venta de bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados dentro de las escuelas públicas y privadas de nivel básico. La intención es clara: combatir el sobrepeso y la obesidad infantil, males que afectan a más del 35% de la niñez mexicana.

Obesidad infantil en México: La conexión con la comida chatarra en las escuelas
¿Cómo persiste esta práctica?
1- Venta en los alrededores: Comerciantes informales se colocan en las inmediaciones de las escuelas ofreciendo papitas, refrescos, dulces y pastelillos. La cercanía hace que los alumnos accedan fácilmente durante el recreo o a la salida.
2- Reventa entre alumnos: Algunos estudiantes compran paquetes de comida chatarra en tiendas cercanas y los venden dentro del aula, muchas veces con un pequeño margen de ganancia. Esto convierte a los propios menores en pequeños comerciantes informales.
3- Cooperativas escolares flexibles: Aunque muchas cooperativas han acatado la nueva normativa, algunas aún venden productos que bordean los límites de lo permitido, como frituras supuestamente horneadas o bebidas con edulcorantes en lugar de azúcar.
Acciones del gobierno y de las escuelas
a) Campañas educativas: El gobierno federal ha lanzado programas como Mi Escuela Saludable que no solo prohíben, sino que buscan educar a alumnos, maestros y padres sobre los efectos negativos del consumo de estos productos.
b) Revisión médica escolar: En conjunto con la SEP, se ha implementado un plan para que millones de niños reciban revisiones médicas gratuitas dentro de las escuelas, a fin de detectar de forma temprana signos de obesidad, diabetes o presión alta.
c) Supervisión de cooperativas: Se han fortalecido los lineamientos sobre qué puede y no puede venderse en las cooperativas escolares. Ahora, estas están obligadas a reportar su catálogo de productos a las autoridades educativas locales.
Desafíos persistentes
La regulación no siempre basta. La vigilancia es difícil de mantener en miles de escuelas a lo largo del país. Además, para muchas instituciones, la cooperativa era una fuente crucial de ingresos para mantenimiento, por lo que el cambio ha implicado también un desafío económico. Otro factor es la cultura alimentaria: muchos padres no están completamente informados sobre los peligros de estos productos y siguen incluyéndolos en las loncheras.
Consecuencias de una mala alimentación escolar
La ingesta excesiva de azúcar, sal y grasas desde edades tempranas tiene consecuencias documentadas:
1- Aumento del sobrepeso y obesidad infantil
2- Mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 en la adolescencia
3- Problemas de aprendizaje y concentración debido a picos de glucosa
4- Alteraciones metabólicas que afectan la salud a largo plazo
¿Qué podemos hacer como sociedad?
Para que la prohibición no sea solo una medida simbólica, es fundamental el compromiso de toda la comunidad educativa. Padres, madres, docentes y autoridades deben trabajar de la mano para generar entornos saludables, promover el consumo de frutas y verduras, e inculcar hábitos alimenticios desde casa. También se necesitan políticas públicas más integrales, que incluyan incentivos para el consumo de productos frescos y accesibles.
El tráfico de comida chatarra en escuelas mexicanas es una realidad compleja y persistente. Aunque los esfuerzos del gobierno van en la dirección correcta, es urgente reforzar la vigilancia, mejorar la educación nutricional y ofrecer alternativas reales para cambiar el panorama. Porque no se trata solo de evitar papitas o refrescos: se trata de cuidar el futuro de una generación entera.
La salud de nuestros niños y niñas no debe ser negociable.
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